¿Cómo tomamos decisiones?

Desde que nos levantamos de la cama hasta que nos acostamos, estamos tomando decisiones. A menudo se tiende a asociar la Toma de Decisiones con el ámbito organizacional de forma casi exclusiva, pero la realidad es que vivimos inmersos en un mundo que está plagado de incertidumbre, riesgos y hechos que están fuera de nuestro control, y tal es así que día tras día llevamos a cabo acciones casi sin premeditarlas, en forma de “piloto automático”.

Es necesario aclarar que la Ciencia entiende a la Toma de Decisiones como un proceso deliberado, racional y voluntario, plenamente consciente. En este artículo nos concentraremos en ese tipo de Decisiones, dejando de lado a aquellas que no son producto de un proceso racional de toma de decisiones.

 

La técnica de toma de decisiones

La complejidad y el vértigo del universo actual en los que se sitúa la toma de decisiones dentro de las empresas, conllevó a la necesidad de crear -si acaso fuese posible- una técnica que facilitara la tarea gerencial, de manera tal que fácilmente se vislumbrara la mejor alternativa de acción dentro de las posibles.

El pionero del análisis y sistematización del proceso de toma de decisiones fue Herbert Simon, quien durante el siglo XX dedicó su obra a estudiar la forma en que los individuos deciden, tratando de maximizar los beneficios de sus comportamientos. Simon llegó a definir a la Administración como la “Ciencia de la Elección”.

Es importante aclarar que ningún modelo de elección puede garantizar el éxito de la implementación de una política, pero lo que sí puede garantizar es que, dentro de las alternativas que se presentan, se ha elegido la que maximiza los beneficios y acarrea menores costos.

Claro que existirán empresarios que simplemente decidan “por instinto” y no mediante métodos estructurados. La Ciencia lo único que propone es racionalizar la Decisión al mayor grado posible.

 

Paso 1 – Definir el Objetivo

El primer paso para la toma de decisiones será plantearse un objetivo y definirlo de manera lo más clara posible, lo que resulta indispensable para saber qué es aquello que queremos lograr. Por ejemplo, no es lo mismo plantear “quiero bajar de peso”, que plantear “quiero bajar 5 kg. en 3 meses”.

Un error que cometemos todos, desde Directores y Gerentes empresariales hasta nosotros mismos en nuestra vida cotidiana, es no tener bien en claro nuestro objetivo a perseguir, o bien distraernos del mismo.

Ocurre que, como seres humanos, nuestra capacidad de atención y razonamiento es limitada: esto quiere decir que nos resulta imposible estar atentos a dos cuestiones a la misma vez; de manera que es frecuente que tendamos a distraernos del objetivo planteado cuando surgen dilemas que debemos resolver para lograr su consecución.

 

Paso 2 – Plantear alternativas

Después de haber fijado un objetivo, debemos elaborar cursos de acción que tiendan a su logro.

Es importante tener en claro que algunos cursos de acción van a verse limitados en su realización de forma parcial o total por alguna restricción.

Por ejemplo, para lograr el objetivo de “bajar 5 kg en 3 meses” un posible curso de acción podría ser: “realizar una dieta de solamente 800 calorías diarias”. El problema con esta alternativa es que su realización puede conllevar problemas graves de salud, lo cual seguramente limitaría la posibilidad de considerar a ésta como una alternativa válida.

De esa manera, la limitación en el planteo de alternativas podría ser parcial (afectar la alternativa de cierta forma) o total (que deje de ser un curso de acción posible).

 

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Paso 3 – Las variables inciertas: aquello que no podemos controlar

Como nuestra vida está llena de incertidumbre, debemos tener en cuenta que cualquier acción que realicemos puede verse afectada por algún hecho que, aunque tenga una posibilidad de ocurrencia ínfima, puede suceder de todas maneras. Y quizás esa probabilidad ínfima de que ocurra un hecho adverso incline al decisor hacia otra alternativa.

Definir los efectos que estos hechos acarrean es importante para la elección de la alternativa óptima.

 

Paso 4 – Los resultados

Cada curso de acción va a estar ligado a un resultado determinado. Por ejemplo, un productor agropecuario que se está debatiendo entre sembrar trigo o soja debe tener en cuenta que los resultados de ambas cosechas lógicamente no serán los mismos, tanto por los precios internacionales de cada producto, pero además porque dichos resultados se verán afectados por la ocurrencia –o no- de situaciones inciertas que no se pueden controlar (por ejemplo, lluvia que termine en inundaciones).

 

Paso 5 – La elección

Por último, luego de calcular los resultados que arroja cada alternativa, se debe elegir aquella que tienda en mayor proporción a contribuir con el objetivo planteado.

Aquí es importante aclarar que, en la vida real, las personas no estamos constantemente maximizando nuestros beneficios con cada decisión que tomamos y que, ciertamente, uno de los mayores problemas que enfrentamos a la hora de decidir son las emociones, pálpitos y subjetividades propias de los individuos.

Sin pretender desconocer que en el proceso de toma de decisiones intervienen múltiples factores, racionales e irracionales, subjetivos y objetivos, esta síntesis de los pasos del Proceso Decisorio pretende que nos cuestionemos y eventualmente replanteemos los procesos vinculados con nuestra toma de decisiones, no sólo en el ámbito organizacional sino también (y de manera más acotada) en problemas complejos de la vida cotidiana.